lunes, febrero 11, 2008

SI QUIERE VER LA VIDA COLOR DE ROSA:

Eche 20 centavos en la ranura
...

Los pies enterrados en la arena de la playa no hacían daño a nadie, pues no había nadie allí…ni delante ni detrás de mí. Aquello no estaba bien ni mal para nadie, porque nadie sabía de aquel momento. La sensación era muy agradable…Estaba sólo en la playa, en la playa a la que alguna vez fui contigo. Esa que está alejada de todo, a la que se llega tras andar un poquito, tras pasar la escuela de Windsurf, pero no era la época en la que los chicos hacen surf con frenesí. El día era perfecto, lo que invitaba a algún alma solitaria como la mía a pasear por la orilla, donde la tierra está húmeda pero por donde es más fácil caminar. Como éramos pocas las almas que paseábamos esa tarde por allí, nos saludábamos al cruzarnos, cómo si nos conociésemos de toda la vida, como si siempre hubiésemos estado paseando por allí, por aquella playa. El agua estaba fría, para mí el agua siempre está fría. Había ido cuatro o cinco veces contigo, o quizá seis…pero ahora estaba sólo.

Fui yo mismo el que eligió el lugar idóneo. Ni muy lejos, ni muy cerca. Allí me senté. Extendí la toalla y me senté encima. En la mochila sólo llevaba la toalla y un poco de agua. Me quedé inmóvil, mirando al mar. No hacía frío, pero un escalofrío recorrió todo mi cuerpo, por eso cerré la cremallera de mi cazadora y volví a mirar al horizonte.

Podía haber estado escuchando como las olas rompían contra la orilla, pero aquel momento tenía una melodía, una banda sonora, que sonaba en mi mp3. La misma canción una y otra vez. Y recordé el anuncio del tipo que llega al lugar de las cosas que nunca había hecho, creo que es de un coche. Algunos anuncios de coches son mejor que los de Coca-cola…

Por eso me sentí orgulloso, porque siempre había querido haber visto en la playa un atardecer de invierno, con los pies metidos en la arena. No recuerdo si en el pasado había visto aquel espectáculo, pero seguro que no había sentido aquello, lo que sentía en aquel momento. Me puse a imaginar formas en las nubes, siempre lo hacía de pequeño. Todas las nubes tienen forma de algo.

Cuando la tonalidad del cielo empezó a cambiar volví a sentir frío. Los azules eran naranjas y rojizos…preciosos. Pensé en mi cámara de fotos, era una pena no tenerla en ese momento. Retuve la imagen en mi cabeza, y la archivé en la parte del cerebro que se encarga de guardar los bonitos recuerdos, donde se guarda el primer amor, la primera ilusión, y el recuerdo por la gente que ya no está. Y aunque tú no estabas, casi no me importaba, porque ese momento era para mí.

Cuando volví a la realidad las farolas todavía no estaban encendidas, porque el Sol no se había escondido del todo. Pero ya era hora de volver, maldije a mi reloj, y odié al tiempo por un instante.

Cuando miré por última vez el mar aquella tarde, volví a recordarte…y pensé que tú no estarías pensando en mí…seguro que no.

Al llegar a casa recogí toda la arena que había quedado entre los dedos de mis pies y la eché en la macetita que contiene la semilla de mi trébol de 4 hojas. Pronto crecerá. Prometí que cuando así fuera llevaría al trébol a la playa, y probablemente lo plantaría en la arena. No sé si sobrevira en la playa, probablemente no, pero seguro que antes de marchitarse verá uno de los espectáculos más bonitos que la Tierra nos ofrece: un atardecer de invierno en la playa.

Los tréboles de 4 hojas también sienten.



EL DEBUT: de Víctor con “El Eje del Mal” muy bien…gracias.
Y YO ?: mejor…gracias

1 Comments:

At 1:13 a. m., Anonymous Anónimo said...

Bonito post... me dejas sin palabras.

Me alegro que estes bien, a la proxima vez que vayas a ese lugar, no pienses en nadie que no seas tu, entonces lo disfrutarás muxisimo mas.

Yo tengo mi trebl de 4 hojas en el coche, aún en semilla... ya lo sacaré de allí y lo plantaré en algun lao.

Guay el conceirto de victor? del mismo estilo que narhayan?

besicos cariñosos y mimosos.

 

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