INSTRUCCIONES: LEER Y OLVIDAR IV

Tres veces caí.
La primera fue la más dolorosa, mis sesos esparcidos por todos lados no presentaban una imagen de postal, ni souvernir. La postura era un poco espeluznante. Las piernas habían quedado muy separadas una de la otra, una apuntando al norte…la otra al este, como si de las manecillas de un reloj humano se tratase marcando la hora del té. Las manos debajo del cuerpo, y este tumbado boca abajo, dándole la espalda al nublado cielo. Un ojo, sólo un ojo se salvaba del destrozo craneal, con él yo veía todo lo q ocurría a mi alrededor.

La segunda vez fue menos doloroso, pero no menos traumática. En esta segunda ocasión caí de píe, aunque mis piernas no aguantaron el impacto y se partieron como si fueran finísimas ramas de un pequeño arbusto. Pude oír el desagradable sonido de los tendones partiendose, el chirriar de los huesos al friccionar unos con otros.
Además no sé si fue por un instinto humano, pero al caer hacia atrás amortigüe mi caída con las manos….estás tb crujieron.
Pude comprobar que mi cabeza continuaba intacta, sólo pude hacer una cosa.
Una y otra vez ví el suelo ir y venir, cada vez más teñido de sangre, pero cada vez más agradable. Cuando me había golpeado seis o siete veces comprobé que todo había pasado.

La tercera vez sin embargo fue distinta. Mientras caía fui consciente de ello. En las otras dos ocasiones no fue así. En esta sin embargo a medio camino entre la ventana y el asfalto me di cuenta de que iba a llegar al suelo e iba a morir. Pensé muchas cosas en esos escasos segundos. Incluso llegué a arrepentirme de haberme lanzado. Me culpé por mi comportamiento, por dejarme morir así tristemente. Pensé en las otras dos veces, en el resultado. Pensé que el final estaba cerca ¿pero mientras qué?. Podía haber acabado con mi asquerosa vida de muchas otras formas, más rápidas, pero escogí aquella. Pude ver a la muerte, allí abajo, ataviada para la ocasión, con su guadaña, esperando a su presa…esperándome a mi. Veía pasar las ventanas una detrás de otra, como únicas testigos de aquel momento, incluso me sorprendí a mi mismo comprobando que las flores de Doña Carmen ya estaban mustias, y que los nuevos geranios no había brotado todavía en aquel tiempo, ¿cómo se le ocurría plantar geranios en esa época del año?, seguro q no crecerían nunca. Aquello me distrajo durante unas décimas.Horrible viaje. Sólo deseaba llegar, odiaba estar pensando en aquel momento, en aquella situación, odiaba tener que dedicar mis últimos pensamientos a aquellas plantas secas y a unos minúsculos brotes de geranios.
Sólo en ese momento descubrí que no quería morir.



Pero fue esa tercera vez la única en la q ocurrió.